Estaba muy acostumbrado
a considerarlo una divinidad, un ser sobrenatural. Alguien capaz de realizar
acciones que ningún otro piloto en la tierra había podido conseguir antes.
Esperaba con ansiedad a que cada jueves se diera paso al milagro del fin de semana. Era consciente de que su montura no estaba a la altura de su talento, pero al mismo tiempo esperanzado porque sabía que su magia era capaz de plantar
cara a la estadística más desastrosa y lograr dar la vuelta a cualquier
resultado con tintes derrotistas… "¡Buaah.... ! Como si no se hubiera jugado el
pellejo con peores morlacos… Así de golpe se me ocurre aquella Honda de 2015. Si
lo único que necesita es tener un pelín de suerte y continuidad… A poco que
coja algo el ritmo de la competición y termine carreras, seguro que vuelve a
ser el de antes; sigue demostrando esa velocidad y agresividad en pista, y
encima su físico casi vuelve a estar al 100%."
Pero por mucho que espere y repita una y mil veces todas estas frases en mi cabeza, ese toque divino no acaba de llegar. Márquez ha caído de pie en la
tierra con los dos pies en el suelo. Ha pasado a ser humano y a sufrir como
cualquier otro piloto los sinsabores en una categoría donde cada vez se hace
más delgada la línea entre la gloria y el fracaso. Y es que la magia, en lo
terreno, la Academia de la Lengua Española lo define como “un conjunto de
trucos y habilidades con los que se hacen juegos de manos y cosas sorprendentes
y extraordinarias…” Y sin las herramientas necesarias, el escenario donde debe
representar este mago terrenal se vuelve inseguro y sus trucos poco
convincentes.
Si miramos la estadística de MotoGP desde que comenzó la temporada, y una vez que acabamos de atravesar su primer cuarto, veremos el escaso bagaje que Marc presenta con un puesto 18º en su tabla clasificatoria y con tan sólo una renta de 15 puntos que se antoja claramente insuficiente para el ocho veces campeón de mundo. Pero es que, de las tres carreras posibles disputadas, debido al periodo de recuperación por las lesiones producidas a causa de su caída en el primer GP de Portugal, ha conseguido salir desde la primera línea de parrilla y finalizar tres sprint con un tercero, un quinto y un séptimo puesto. Es evidente que de esas tres todavía no ha podido completar en su totalidad una carrera larga y eso en cierto modo le viene lastrando de manera palpable, sobre todo para poder tener la ocasión de ir acumulando datos en carrera de cara a buscar soluciones en una Honda con clara falta de desarrollo.
Es
evidente que sigue teniendo la velocidad y las mismas ganas de luchar por los
puestos de cabeza, pero en este juego al final las motos son las que hacen inclinar
la balanza del rendimiento en el binomio moto/piloto. Y eso se hace notar en
carrera cuando Márquez se pelea constantemente a la entrada de cualquier viraje.
Un lugar donde siempre ha dado muestras de poseer un excelente ingreso en curva
y donde ahora su Honda no le permite derivar con el tren trasero como a él le
gustaría y como verdaderamente se siente cómodo. A este panorama se le suma una
categoría donde la aerodinámica ha adquirido un papel muy relevante y donde las
marcas europeas, con Ducati a la cabeza, parecen haber encontrado el santo grial
de la eficiencia. Algo que hasta ahora no han sido capaces de igualar las
japonesas como Yamaha o la misma Honda. Una aerodinámica que, bajo mi modesto
punto de vista, se está cargando la categoría y no porque yo lo diga, sino por
voces capacitadas como en este caso son las de los propios pilotos, los cuales, últimamente evidencian
graves problemas para detener las motos debido a la succión que
el aire sucio de los propios dispositivos ocasionan al ir en grupo.
El futuro inmediato se antoja realmente oscuro para los intereses de Marc y su continuidad con la marca que le ha hecho crecer en la categoría. La paciencia tiene un límite y sobre todo no viene sobrada de tiempo. Un tiempo que se agota y donde Marc necesita imperiosamente resultados que le devuelvan de nuevo a la senda de la esperanza. Espero que estas dos carreras antes del parón veraniego, con su pista talismán por antonomasia como es Sanchsenring, sirvan para que el piloto recupere esa magia que siempre le ha hecho ser un piloto excepcional que roza lo divino.
Miguel A. Eguía.
@eguíaonroad
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